jueves, 22 de febrero de 2007

“A veces siento que tu voz me asusta, cuando asoma su vibrar insospechado y fortuito, por no habérmela imaginado caminando hacia mi oído, tan vertiginosa y atañida, tan exacta. Tu ausencia hace de mi respiro una flor expedita, y tan sutil como el vuelo de una polilla hacia la luz, sólo que ésta parece ser inmortal. Pero no estás. Y nuevamente se te distingue alejándote entre el celaje, sin razón alguna que atañe a mis latidos, tristes como el ocaso, como la lluvia, como la hoja que cae quebradiza, y aun peor, mojada por esa lluvia. Otra vez te fuiste, entre el tumulto y ahí te quedaste, perdiéndote, perdiéndome… Hay en mí una convicción difusa que me susurra cada noche, sobre la almohada, alguna palabra… intentando pensar que algún día volverás, como aquella tarde impredecible, a sonreír entre mis brazos y ya no seré la misma de ayer”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

mmm no lo entendi mucho, quizas cuando lo lea con calma lo entendere
un beso amiga y nos vemos usted sabe... se viene con cuática