martes, 24 de abril de 2007

CUENTO (AÚN SIN TÍTULO)

Abrí los ojos y todo era blanco y negro, como una arcaica foto. No había luz, sólo reflejos ocasionales provocados por algún vehículo que a ratos transitaba por la avenida aledaña. Las casas parecían fallecidas y las calles albergaban, húmedas, algún ladrido contagioso. Me levanté enseguida y recobré la energía perdida hacía un rato, entonces bajé la escalera media mareada y me instalé nuevamente en el sillón, quedando apenas espacio para otro lugar. Allí seguían esas caras, sólo que más aturdidas que cuando había subido a la cama para recuperar mi movilidad, y dije: _ ¿Qué ha sucedido?_ Pero nadie atendió a mi voz aún perturbada por el vicio; y me sentí por un segundo inservible y disminuida. Alicia parecía abatida y ya no pronunciaba palabra, incomunicada comenzó a cerrar los ojos y a nadie le llamó la atención. Caminé hacia el baño para desalojar cuanto veneno se me había introducido en el estómago y tropecé con un vaso de vino que se derramó en el piso. Entré al baño, intenté cerrar la puerta de madera deteriorada y forcejeé la manilla para asegurarme de que nadie entrara. Antes de inclinarme, levanté la tapa bruscamente y sostuve mi cabello despeinado tras mis orejas para no mancharlo; entonces un impulso monstruoso comenzó a empujar mis entrañas, sintiendo como si mi estómago quisiera salir disparado y, haciendo ruido involuntario, escapó de mi garganta un líquido amarillento que además traía consigo pedacitos gelatinosos y malolientes, que se detenían flotando en el estanque de orina acumulada. Estuve allí más de cinco minutos y me enderecé cuando ya no tenía nada más que expulsar por mi boca pegajosa. Me lavé la cara, la boca, las manos, y el agua helada adormecía mi piel mojada. Ajusté las mangas de mi chaleco para secarme, entonces oí voces venir de la habitación colindante que, más que voces, parecían alaridos. Imaginé algo horrible, como si estuvieran torturando a alguien y salí impulsivamente. Aún mi postura se balanceaba al caminar y mi hombro derecho se estrelló contra la pared. Entré y los alaridos se hacían claros: eran dos personas, o tres. Me acerqué y encontré ...

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