sábado, 27 de enero de 2007

PROSAS (V)

“Una vez sentí todas estas palabras escritas dibujadas en sus besos, en su espalda, en sus manos... era vano el escuchar sin oírlo, era vano el escribir sin recordarlo. Era entrar en aquella casa y una combinación de olores y sensaciones me cubrían: humedad, madera vieja, espacioso todo, hasta mi pecho le daba más espacio a los latidos. El amplio pasillo mustio, que parecía languidecer al caminarlo, crujía débilmente en las pisadas y expelía un aroma húmedo, que enfriaba la piel; constantemente oscuro, de día y más aun de noche, cuando escondía miedos y se hacía impenetrable. Más allá, en la segunda puerta de madera deteriorada, había un cuarto, también oscuro, pero acogedor como una guarida... allí permanecen aún las sensaciones que quedaron hasta en la última vez que pasé por ahí, ya vacía, ya abandonada. La mutación que la vida sufre no es fácil, más si entre mis oscuras palabras está aún presente tu cara, y no sólo tu cara, sino todo lo que a ti concierne. Èl ignoraba todo en mí, todavía es así... podré sobrevivir, le parecería todo esto una locura ilimitada, y he optado por el silencio, ese que caracteriza mi cotidianidad frente a él o cerca de él. Ya no hay más. Aunque las palabras sigan emergiendo de no sé de dónde, ya no queda más que un sueño, un sueño que no morirá ni alcanzará su práctica. Sin embargo a veces, en momentos como estos, me veo encontrándolo impredeciblemente, alguna vez en la vida, en días lejanos, muy lejanos a estos”.

No hay comentarios: